lunes, 23 de noviembre de 2015

¡Eclipse!


Le vi nacer,
le vi morir;
mi atardecer estuvo allí
agonizante frente a mí.

El cielo se vistió de luto
luna no pudo sonreír,
no estaba llena,
no estaba plena;
¡Oh! ¿Por qué tuvo que partir?

Era su brillo
y su color,
era admirable,
todo un señor.

Tristes labores
sin compañía,
las de alumbrarles
noche y día.

Protagonistas de un escenario
acompañados por soledad,
con el deseo de reencontrarlos
una mañana al despertar.

Con amarillos días soleados
sueña la luna al morir la tarde,
y el moribundo desconsolado
por su plateado rostro se muere.

Entre mareantes vueltas, la tierra
se ha dado cuenta de su desdicha,
y se ha ingeniado una estrategia
para robarles una sonrisa.

Planeó un evento,
planeó una cita,
planeó su encuentro
con picardía.

En la penumbra
que la envolvía,
se vio la luna
desprevenida
y ha quedado
muy sorprendida
por la visita
que recibía.

Su caballero y gran señor
ha aparecido con resplandor,
ofreciendo las caricias
que tanto anhela su corazón.

Se ha concretado el encuentro
y fue la tierra, cupido,
quien propiciara el momento
de aquel amor prohibido
de dos amantes perdidos
en la fuerza despiadada,
que condena sus miradas
a luchar contra el olvido.

Olvidando sus temores
no importaron los horarios,
para vivir sus amores
entrelazaron sus labios.

Toledo, Marlin.

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